15 feb 2019

LOS LIBROS

DE MI SALÓN.
En mi salón hay un cómodo sofá 
que mira hacia el televisor, 
una mesa de cristal con libros 
y con revistas, con fotografías
vistas y llenas de alegría.
En la parte posterior 
se encuentra el comedor 
con su mesa de madera 
de cerezo, rojo, lindo, fino, 
bruñido y terso, 
las sillas sus perfectas 
compañeras 
siempre alertas y a la espera.

Una mesa, en la que todos cogemos
donde siempre nos reunimos, 
quizás no tanto, como queremos.
En ella siempre habrá 
una silla vacía 
por si alguien nuevo llega 
y nos quiere acompañar
será siempre, bien recibida. 

Frente a este comedor 
una librería completa, 
con libros de filosofía, 
de novelas bien repleta, 
de enciclopedias ilustradas
y completas, 
muchos libros de aventuras, 
libros de poesías que esperan 
a un lector que las declames 
o que tan solo las leas.

Libros viejos, con sus cubiertas 
manchadas y arrugadas
por sus muchos años de estancia, 
con sus hojas muy desgastadas 
por el uso de las manos 
al acariciarlas y al pasarlas, 
con letras pardas por la luz
que sus caricias las gasta.

Libros no olvidados jamás, 
libros colmados de recuerdos, 
de nostalgias y de sueños, 
libros que cuando en ellos 
me adentro
el tiempo siempre se cambia
en cada instante y momento
me lleva donde yo quiero,
y me regala sus sueños.

Entonces yo puedo caminar 
por un futuro lejano, 
o que está a punto de entrar, 
por mi misma sociedad, 
o por los tiempos de antaño
muy pasados, muy lejanos
en los que quiero yo entrar.

Soy hombre de Cromañón, 
o quizás un gladiador romano, 
soy un caballero medieval
que, busca el Santo Grial, 
o quizás un capitán marinero 
de un velero bergantín 
que lucha contra bucaneros 
o piratas en un mar 
de espuma y de coral, 
pescador de un ballenero, 
quizás un francotirador,
o tal vez un partisano 
de la resistencia francesa 
contra las fuerzas alemanas
en una de esas guerras 
inhumanas e incruentas.

En mis libros nunca hay 
ni habrá ninguna puerta cerrada 
hacía ningún otro lugar 
de los que en ellos me hablan, 
a ningún tiempo pasado 
o quizás eventual, 
a ninguna sociedad de ricos, 
nobles, villanos, 
de nobles o artesanos, de burgueses 
o plebeyos.

Ellos siempre están abiertos 
donde yo quiera entrar 
ellos me reciben 
con sus párrafos perfectos 
alineados y a la par
siempre alegres y dispuestos.

En ellos hay alegrías, 
hay amores y osadías, 
hay luchas y enfrentamientos, 
hay perdones e ilusiones, 
realidades, muchos sueños…
En sus hojas ellos guardan 
todos, todos los sentimientos
mundanos.    

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