DE MI SALÓN.
En mi salón hay un cómodo sofá
que mira hacia el televisor,
una mesa de cristal con libros
y con revistas, con fotografías
vistas y llenas de alegría.
En la parte posterior
se encuentra el comedor
con su mesa de madera
de cerezo, rojo, lindo, fino,
bruñido y terso,
las sillas sus perfectas
compañeras
siempre alertas y a la espera.
Una mesa, en la que todos cogemos
donde siempre nos reunimos,
quizás no tanto, como queremos.
En ella siempre habrá
una silla vacía
por si alguien nuevo llega
y nos quiere acompañar
será siempre, bien recibida.
Frente a este comedor
una librería completa,
con libros de filosofía,
de novelas bien repleta,
de enciclopedias ilustradas
y completas,
muchos libros de aventuras,
libros de poesías que esperan
a un lector que las declames
o que tan solo las leas.
Libros viejos, con sus cubiertas
manchadas y arrugadas
por sus muchos años de estancia,
con sus hojas muy desgastadas
por el uso de las manos
al acariciarlas y al pasarlas,
con letras pardas por la luz
que sus caricias las gasta.
Libros no olvidados jamás,
libros colmados de recuerdos,
de nostalgias y de sueños,
libros que cuando en ellos
me adentro
el tiempo siempre se cambia
en cada instante y momento
me lleva donde yo quiero,
y me regala sus sueños.
Entonces yo puedo caminar
por un futuro lejano,
o que está a punto de entrar,
por mi misma sociedad,
o por los tiempos de antaño
muy pasados, muy lejanos
en los que quiero yo entrar.
Soy hombre de Cromañón,
o quizás un gladiador romano,
soy un caballero medieval
que, busca el Santo Grial,
o quizás un capitán marinero
de un velero bergantín
que lucha contra bucaneros
o piratas en un mar
de espuma y de coral,
pescador de un ballenero,
quizás un francotirador,
o tal vez un partisano
de la resistencia francesa
contra las fuerzas alemanas
en una de esas guerras
inhumanas e incruentas.
En mis libros nunca hay
ni habrá ninguna puerta cerrada
hacía ningún otro lugar
de los que en ellos me hablan,
a ningún tiempo pasado
o quizás eventual,
a ninguna sociedad de ricos,
nobles, villanos,
de nobles o artesanos, de burgueses
o plebeyos.
Ellos siempre están abiertos
donde yo quiera entrar
ellos me reciben
con sus párrafos perfectos
alineados y a la par
siempre alegres y dispuestos.
En ellos hay alegrías,
hay amores y osadías,
hay luchas y enfrentamientos,
hay perdones e ilusiones,
realidades, muchos sueños…
En sus hojas ellos guardan
todos, todos los sentimientos
mundanos.
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