La playa vacía las rocas muy quietas
esperan pacientes las olas inquietas.
Una ola viene a la orilla y besa
con mucho cariño la roca que asoma
del agua que baña y aprieta.
El día es oscuro las nubes que llegan
se bajan se acercan a besar el agua
de la mar inquieta.
Sobre una roca cubierta de algas
que esperan la ola de turno, está una
pareja.
Una a una cogen las flores que llevan
la miran, las huelen, acarician y
besan
y con mucho mimo como una plegaría
al agua arrojan.
Son solo una ofrenda del mucho cariño
de mucho dolor y de su gran pena
por aquel su hijo que hace ya un
tiempo
mora en esta playa tranquila y
serena
que cubren las piedras que el agua
lava y besa.
Las olas bañan las flores, las acunan
con mucho
cariño, las llevan
y en silencio las alejan.
Las flores se mecen suave y con mimo
sobre la espuma de sus altas crestas.
Una ola las lleva hacia lo profundo
de esta mar inquieta
y otra ola más tranquila, piadosa y
serena
sobre un penacho de espuma hirviente
a la playa de nuevo las acerca.
Las nubes del cielo descargan
un tímido
aguacero
para que flores y rosas
tengan agua dulce, pura y fresca.
La playa vacía las rocas muy quietas
esperan pacientes las olas inquietas.
Una ola viene a la orilla y besa
con mucho cariño la roca que asoma
del agua que baña y aprieta.
El día es oscuro las nubes que llegan
se bajan se acercan a besar el agua
de la mar inquieta.
Sobre una roca cubierta de algas
que esperan la ola de turno, está una
pareja.
Una a una cogen las flores que llevan
la miran, las huelen, acarician y
besan
y con mucho mimo como una plegaría
al agua arrojan.
Son solo una ofrenda del mucho cariño
de mucho dolor y de su gran pena
por aquel su hijo que hace ya un
tiempo
mora en esta playa tranquila y
serena
que cubren las piedras que el agua
lava y besa.
Las olas bañan las flores, las acunan
con mucho
cariño, las llevan
y en silencio las alejan.
Las flores se mecen suave y con mimo
sobre la espuma de sus altas crestas.
Una ola las lleva hacia lo profundo
de esta mar inquieta
y otra ola más tranquila, piadosa y
serena
sobre un penacho de espuma hirviente
a la playa de nuevo las acerca.
Las nubes del cielo descargan
un tímido
aguacero
para que flores y rosas
tengan agua dulce, pura y fresca.
Sentados
sobre una piedra
contemplan extasiado,
el baile que celebran
las
flores y rosas y olas inquietas.
Poco
a poco las olas se llevan
entre
sus espumas la flores
y de la playa se alejan, se alejan.
La
triste pareja se dan entonces cuenta,
que el agua de lluvia no ceja, no ceja.
Las
flores ya no se ven,
las olas unas vienen otras se alejan,
las nubes cubren los
cielos,
la oscuridad del entorno se adueña.
Sobre
un escollo que dentro del mar
asoma
una gaviota posada rompe el silencio
el murmullo del mar callado queda,
la gaviota con su terrible crotorar
parece que grita y a su vez llora.
Y
la triste pareja abandonan en silencio,
la solitaria playa cubierta de piedras.
Allí queda su hijo en el frío mar,
acompañado por las olas
y llorado por las gaviotas.



No hay comentarios:
Publicar un comentario