10 nov 2025

HABLANDO CON DAVID, 2025-XLII

La playa vacía las rocas muy quietas 
esperan pacientes las olas inquietas.
Una ola viene a la orilla y besa 
con mucho cariño la roca que asoma
del agua que baña y aprieta.

El día es oscuro las nubes que llegan
se bajan se acercan a besar el agua
de la mar inquieta.

Sobre una roca cubierta de algas
que esperan la ola de turno, está una pareja.
Una a una cogen las flores que llevan
la miran, las huelen, acarician y besan 
y con mucho mimo como una plegaría 
al agua arrojan.

Son solo una ofrenda del mucho cariño
de mucho dolor y de su gran pena
por aquel su hijo que hace ya un tiempo 
mora en esta playa tranquila y serena 
que cubren las piedras que el agua 
lava y besa.

Las olas bañan las flores, las acunan 
con mucho cariño, las llevan 
y en silencio las alejan.

Las flores se mecen suave y con mimo
sobre la espuma de sus altas crestas.

Una ola las lleva hacia lo profundo 
de esta mar inquieta 
y otra ola más tranquila, piadosa y serena 
sobre un penacho de espuma hirviente 
a la playa de nuevo las acerca.

Las nubes del cielo descargan 
un tímido aguacero 
para que flores y rosas
tengan agua dulce, pura y fresca. 


 Sentados sobre una piedra 
contemplan extasiado, 
el baile que celebran
las flores y rosas y olas inquietas.

Poco a poco las olas se llevan
entre sus espumas la flores 
y de la playa se alejan, se alejan.

La triste pareja se dan entonces cuenta, 
que el agua de lluvia no ceja, no ceja. 

Las flores ya no se ven, 
las olas unas vienen otras se alejan, 
las nubes cubren los cielos, 
la oscuridad del entorno se adueña.

Sobre un escollo que dentro del mar 
asoma 
una gaviota posada rompe el silencio
el murmullo del mar callado queda, 
la gaviota con su terrible crotorar 
parece que grita y a su vez llora.

Y la triste pareja abandonan en silencio, 
la solitaria playa cubierta de piedras.
Allí queda su hijo en el frío mar,
acompañado por las olas 
y llorado por las gaviotas.

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